San Carlos, productor de Trigo

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Nos hemos resignado tanto a ser proveedores de servicios secundarios, sometiendo todos los esfuerzos de Bariloche al progreso de la actividad turística, que muy pocos creen que en estas tierras pudo desarrollarse otra actividad que no sea la de expender pasajes, registrar reservas, atender pasajeros, etc.

Allá en los comienzos, las tareas eran agrícolas, y la tierra producía, y como, que recibía premios en la Sociedad Rural del Centenario en la Capital Federal, incluso. Los que recuerdan las áreas agrícolas, en serio y no las que nos cuentan por televisión, podrá imaginarse lo que habrá sido madrugar entre nevadas tardías, para salvar lo que se pueda, y arar y cosechar en esos años y en una soledad de epopeya parea aquellos labriegos llegados de tan lejos a un lugar donde lo que sobraba era la belleza del entorno, que apenas daba para aguantar hasta la próxima primavera.

Sin embargo, en las riberas del Nahuel Huapi surgieron trigales de buen rinde como en lo de Gaspar Potthoff en la zona de Campanario, los Goye en Colonia Suiza, o los de Tacul o Huenul cerca de Llao Llao, Nahuelquin en Península San Pedro, los Barbagelata en Santa María, o más al norte en la zona del Espejo, donde Primo Capraro, traía su trigo a moler en su Molino, atendido por Herman Haneck y luego José Mora, donde hoy luce el Centro Cívico.

Se cosechaba a mano con hoz, se hacía pisar en las eras, con un caballo que corría atado a un palenque central, al pisarlo separaba el grano, que luego se aventaba para separar «la paja del trigo» justamente, y luego recién iba a molienda.

Dicen que el Cacique Inacayal, aquel amigo del Perito Moreno, que enarbolaba «el poncho sagrado del Huinca» -la bandera argentina-, cada vez que este lo visitaba, supo dar cabida a aborígenes valdivianos cultivadores, que comenzaron con estas tareas, más tarde en el censo nacional de 1895 aparecen los Tauscheck, Hermosilla, Huechupan, Troncoso, Melian como cultivadores.

Después, llego el ferrocarril, elemento útil como pocos, pero ya encajado en un «progresismo» manejado de afuera, poco a poco lo fue llevando hasta la realidad de nuestros días, donde los chicos de Bariloche no saben dibujar una espiga de trigo.

Y un Turismo que, aupado al ferrocarril, liquidó toda otra oportunidad productiva a una zona de pioneros, que con tan poco hicieron tanto…

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