Una vida en la salud pública. Conocé la historia de Darío Valladares, un enfermero que hace 32 años dedica gran parte de su tiempo a cuidar de otras personas.
Mientras se toma un pequeño descanso después de vacunar a un niño, Darío Valladares hace un recorrido por su extensa carrera y afirma: “Soy un militante de la Enfermería y de la salud pública, que es impactante, te forma, te transforma y todos los días te enseña algo nuevo”.
A lo largo de 32 años de carrera como enfermero, Darío ha logrado tanta experiencia como templanza en su carácter. Su historia laboral ha transcurrido totalmente en el Hospital Francisco López Lima de General Roca, institución a la cual ingresó en 1989, cuando se recibió de técnico en Enfermería en Allen. Años después, cursó de manera semipresencial el título de licenciado.
“Entré en septiembre de 1989, al quirófano, cuando se hacían guardias pasivas y de allí fui la Guardia Central. Tiempo después fui el primer jefe de la Unidad de Vigilancia Intensiva, con la coordinación médica de la doctora María de los Ángeles Otermín”, rememora Darío.
En esos años el López Lima era un hospital por pabellones, con internación divida en especialidades médicas: Clínica Médica, Quirúrgica, Obstetricia y Pediatría. Por entonces ya existía la neo “un servicio de vanguardia en toda la Norpatagonia. Siempre fue un servicio de referencia y con los años se fue afianzando más ese concepto pero en todos los servicios”, cuenta Darío.
Era el año 1986 y Darío tenía todo listo para estudiar profesorado de Educación Física en Viedma. Pero un día una amiga llegó de visita a su casa en Huergo y comenzó a hablar de la Escuela de Enfermería de Allen, creada en 1985. “Mi mamá me dijo ´¿por qué no probás? Y bueno, fui a probar y me fue maravillosamente bien”, recuerda con una enorme sonrisa.
Una experiencia única
El día a día en la vida dentro de un hospital es un cúmulo de emociones para las que hay que estar preparado.
Siempre vinculado a servicios críticos, Darío trabajó en la UVI y en la Guardia Central y en la actualidad trabaja en el Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS), de Stefenelli.
Del tiempo en la Guardia, son miles los recuerdos y sin dudas las experiencias más fuertes son las que implican la atención pediátrica.
“Todos los que trabajamos en salud, entramos y salimos de las situaciones. Atendemos, resolvemos la urgencia o la emergencia. Pero cuando te corres de la situación, es cuando te impacta. Pero debemos seguir trabajando, sacudirte el cuerpo y seguir”, remarca.
“El poder hacer algo por el otro todos los días, es una oportunidad única. Es un aprendizaje, me satisface poder poner todos los días un granito de mi trabajo en favor de la vida de otro. Es movilizador y transformador como persona”, destaca Valladares.
“El contacto con el paciente y lo que lo trasciende, su familia, el poder hablarles para que entiendan lo que está sucediendo, la mayor humanización que ha tenido la profesión en estos años, son fundamentales”, expresa Valladares.
La cercanía paciente-familia, el estar en la primera línea de atención, cobró relevancia en el último año y medio, con la pandemia de COVID-19. Muchas veces la única conexión entre los pacientes y su entorno fue a través de enfermeros y médicos.
La familia es otro aspecto destacado a título personal por el licenciado en Enfermería “yo estoy casado con una docente, tengo cinco hijos. He tenido la suerte de que me han acompañado a lo largo de todos estos años. Pero es una profesión muy difícil, por nuestros horarios. No somos ajenos a todo lo que vive la sociedad”, cuenta Darío.
Una profesión todo terreno
Esta no es la primera vez que los trabajadores de la salud en el mundo se enfrentan a una situación compleja, aunque si es la más grave.
En los años 90, junto a otros cinco enfermeros de la provincia, Darío viajó a Colonia Santa Rosa, en Salta, en pleno brote del cólera, a capacitarse en el manejo de esta enfermedad, ante la posibilidad de que la patología llegara a la zona con la llegada de trabajadores migrantes.
Quince años después, la gripe H1N1 volvió a enfrentar al personal de salud con un enemigo que por momentos parecía inmanejable.
“Esto ha superado todo lo que pensábamos. Hemos perdido compañeros, otros colegas han perdido hijos, padres, yo tuve la enfermedad. Nunca vivimos una situación así. Pero todos estamos poniendo muchísimo esfuerzo”, refirió el licenciado en Enfermería.
Gran transformación
La enfermería en Río Negro ha sufrido cambios sustanciales en los últimos años y así lo refiere Darío.
En 1980 en los centros de salud predominaban los auxiliares de Enfermería, que realizaban el curso de 9 meses. A principios de los 90 se realizó una campaña de capacitación y se creó el Programa de Profesionalización de Auxiliares de Enfermería (Propade). En 1996, comenzaron a formarse los primeros licenciados en Enfermería en la provincia.