Por Jorge Castañeda. Escritor – Valcheta
La amistad, como no podía ser de otra manera, es uno de los temas más tratados y recurrentes de la literatura universal.
En lo que nos corresponde a los argentinos el tema de la amistad ha estado presente ya sea en el contexto de toda una obra o en pasajes de otras alcanzando páginas de gran lirismo y calidad, que ya integran el canon clásico de nuestra literatura.
Tal vez la primera obra y la más importante que refleje esta hermosa cualidad de los seres humanos sea el Fausto de Estanislao del Campo.
Como es sabido en agosto de 1866, “Estanislao del Campo asistió a una representación del Fausto de Gounod, basada en el texto literario de Goethe y pensó en la extrañeza que esa ópera produciría en un gaucho; esa misma noche compuso el primer manuscrito de su poema. Éste, como se sabe, registra el diálogo de dos gauchos, uno de ellos, que ha presenciado la ópera la refiere a su amigo como si se tratara de hechos reales”.
Hay en los versos de Estanislao del Campo hermosas descripciones del paisaje que ya son parte de casi todas las antologías de nuestra literatura y descripciones camperas que han provocado verdaderas polémicas como aquella del “overo rosao para sofrenarlo en la luna”.
Jorge Luis Borges escribe al respecto que “Pasan las circunstancias, pasan los hechos, pasa la erudición de los hombres versados en el pelo de los caballos; lo que no pasa, lo que tal vez nos acompañará en la otra vida, es el placer que da la contemplación de la felicidad y de la amistad. Y ese placer, quizá, no menos raro en las letras que en la realidad corporal, es (lo sospecho) la virtud central del poema. Lo admirable es el diálogo, es la clara y resplandeciente amistad que se trasluce”. Y Borges le dice al poeta: “Dicen que en tu voz no está el gaucho, hombre que fue de un plazo en el tiempo y de un lugar en el espacio, pero yo sé que están en ella la amistad y la valentía, realidades que serán y fueron y son”.
El siguiente caso que nos interesa es de uno de nuestros grandes escritores que sí conocía realmente el campo y las faenas rurales: don Ricardo Güiraldes.
Mucho se escrito sobre su célebre libro “Don Segundo Sombra”, pero nuevamente la gran protagonista de todo el libro es la amistad entre el experimentado resero que es don Segundo y Fabio Cáceres que desde muchacho lo acompañó en sus aventuras por la pampa. Al despedirse de su querido padrino Fabio expresa que “Sobre el punto negro del chambergo, mis ojos se aferraron con afán de hacer perdurar aquel rezago. Inútil, algo nublaba mi vista, tal vez el esfuerzo, y una luz llena de pequeñas vibraciones se extendió sobre la llanura. Centrando mi voluntad en la ejecución de los pequeños hechos, di vuelta a mi caballo y, lentamente me fui para las casas. Me fui, como quién se desangra”.
En su Martín Fierro también José Hernández nos ha legado algunos de los versos más hermosos y sentidos sobre la amistad. Amistad entrañable entre dos hombres de coraje como fueron Fierro y el sargento Cruz que muere de contagiado de viruela en las tolderías. Y vale por su belleza transcribir las sextinas de Hernández al respecto: “El recuerdo me atormenta/ se renueva mi pesar/ me dan ganas de llorar/ nada a mis penas igualo/ Cruz también cayó muy malo/ ya para no levantar. Todos pueden figurarse/ cuánto tuve que sufrir/ yo no hacía sino gemir/ y aumentando mi aflicción/ no saber una oración/ pa ayudarlo a bien morir. Lo apretaba contra el pecho/ dominao por el dolor/ era su pena mayor/ al morir allá entre infieles/ sufriendo dolores crueles/ entregó su alma al Criador. De rodillas a su lado/ yo lo encomendé a Jesús/ faltó a mis ojos la luz/ tuve un terrible desmayo/ caí como herido del rayo/ cuando lo vi muerto a Cruz”.
La amistad como decíamos es tema recurrente en toda la literatura y si la tomamos en forma corporal y ya no de ficción debemos citar a dos amigos escritores que fueron entrañables a pesar de sus grandes diferencias: Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.