Glaciar Torrecillas en el Parque Nacional los Alerces

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Reserva Hídrica y paisaje milenario

Sobreviviente de la última glaciación y portador de 24 mil años de majestuosa existencia, el Glaciar Torrecillas, de imponente blanco, cóncavo se sostiene como una carpa de circo, colgando de las montañas. A su alrededor, se expande la inmensidad multicolor del Parque Nacional Los Alerces, protegido como patrimonio mundial desde hace tres años. Unos 60 kilómetros al sureste, la ciudad de Esquel es su más importante referencia urbana.

En el punto superior del glaciar colgante, desprendimientos conforman un ventisquero o glaciar regenerado, desde el cual se va delineando la laguna de formación glaciaria del Antiguo, de 50 metros de profundidad y un kilómetro de largo. Este espejo de agua, de brillante turquesa, crece año tras año en tanto el glaciar retrocede.

Sobre una montaña de 2253 metros, una de las más altas del Parque Nacional Los Alerces, el glaciar Torrecillas se despliega como un manto blanco y helado que atraviesa las nubes. Al tener su cara al sur, recibe menos luz solar y es por ello que se conserva su formación glaciaria. Desde el lago, conmueve la imagen de una inmensa pared frontal de casi 200 metros, de impoluto blanco en la cima, contaminada de puntillado verde mientras va acercándose a la base. De alguna manera, el glaciar es el gran creador de todos los paisajes que lo escoltan.

El traslado hasta el lugar supone, en tiempos normales, largas horas de traslados en vehículos, caminatas y navegación. Como recompensa, un cúmulo de postales inenarrables conmueve año tras año tanto a turistas que arriban desde lejanos horizontes como a habitantes de la región, que desconocen este diamante en bruto que habita como vecino milenario.

La preservación del Torrecillas y de todos los glaciares del país, está contemplada desde 2010 por la Ley Nacional 26639 de Régimen de Presupuestos Mínimos para la Preservación de los Glaciares y del Ambiente Periglacial. Esta norma los reconoce como “reservas estratégicas de recursos hídricos para el consumo humano; para la agricultura y como proveedores de agua para la recarga de cuencas hidrográficas; además para la protección de la biodiversidad; como fuente de información científica y como atractivo turístico”.

Por su ubicación geográfica y por la información histórica y la disponibilidad de otros registros existentes, el glaciar Torrecillas fue elegido para ser estudiado en el marco de ese mapeo. Fotografías de 1899 y 1937, sumado a tomas aéreas más recientes permitieron advertir modificaciones que se fueron generando con el paso del tiempo.

Entre otros atributos, se reconoce que los glaciares cordilleranos son “reservas estratégicas” de agua para las zonas bajas adyacentes y gran parte de la diagonal árida del país. Su contribución al caudal de los ríos andinos, deviene en volúmenes significativos de agua de deshielo a la escorrentía, colaborando con la tarea de minimizar el impacto de las sequías en las actividades socioeconómicas. Cabe destacar que, en el mundo, la reserva del 75 por ciento del agua dulce se encuentra en estado sólido; justamente, en los glaciares.

 

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