“Cuando no tengas ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol…” (*)
Días difíciles se presentan a nuestro diario vivir; está claro que no vamos bien, por más artilugios verbales que pretendan explicarlo nos estamos nuevamente mintiéndonos entre nosotros, sin vergüenza ninguna.
Explicable incluso entre los muy pocos que ganaron y ganan, y ganaran más aún, si sigue este divertimento argentino de pretender crecer y desarrollarse en contra de toda Razón y Justicia, principalmente capitalista, sistema al que adherimos.
Así lo hacemos de tanto en tanto, generalmente con lapsos de décadas entre sí, una que a veces los que saben, los que mandan, los más buenos, se regodean en ese infantilismo pueblerino que ataca al Pueblo real, y nos dejamos esquilmar sin protesta alguna, y lo que es peor aportando en víctimas, y en muertos innecesarios, como saqueados comercial y/o económicamente…
No importa si lo hace el patrón-amo a la manera de los comienzos patrios, el cacique político de la Organización, o el militar con mando más moderno, se los acepta por igual, en tanto se sonríe con cierto humor incluso, en tanto somos conscientes que todo se nos viene encima, mientras se juega al valor del dólar, y esas bobadas de ocasión.
¡Y mire que somos ricos los argentinos!
De disimiles confines nos llegan a “darnos una mano para salir del pantano”, mientas hacen los trámites para quedarse con las dos…
No es nuevo, es más aun, demasiado viejo, tanto como el país; pero no más podemos, divididos y enfrentados también como siempre, por más vueltas que le demos en nuestro interior a los problemas que nos acosan, y hasta haya algunos que de buena fe, seguramente con un cerebro desquiciado, crean que sin trabajo, sin producir o produciendo mal en mala competencia y todo eso, salimos adelante entre la maraña de cuervos que nos consumen de día y de noche.
Y aun así, atraemos la carroña poderosa del mundo.
Y algo aún más curioso, en la tierra natal del actual Sumo Pontífice católico, religión de la mayoría nacional, que entre otros logros de sus trabajos morales, consiguió pacificar ánimos en un pueblo más que dolido y aun con heridas abiertas, que sangran todavía…
No se lo tuvo en cuenta en esos festejos y acuerdos materiales, como pocos.
La política del día sigue siendo no al esfuerzo compartido.
No a la ayuda solidaria, volvimos a la beneficencia, olvidando la Justicia Social; a todos esos supuestos, no.
Hasta se nos dice desagradecidos por no entender a los benefactores, arrinconados en estos días difíciles que vivimos.
(*) Yira, yira – Enrique S. Discépolo