Desarrollo tecnológico, zancadas hacia un futuro cierto.
Los que tuvimos la suerte de ver el lanzamiento del nuevo satélite argentino, creemos por mucho tiempo seguiremos confiando en el país y en nosotros mismos.
Viendo esta enorme realización de los argentinos, uno de los cinco países en el mundo en capacidad de hacerlo, vaya la aclaración como agregado, para ver si de esa manera la dirigencia nacional, tan escasa de luces precisamente, entiende el valor por fin de lo alcanzado por el desarrollo tecnológico nacional, y en esta, constante promoción de negocios y bicicletas financieras pretende dejar de lado, y lamentablemente hasta ahora lo van logrando, con ajustes de presupuesto, y/o prácticamente expulsar científicos al exterior, y aun peor los conceptos cerriles expresados por el propio Presidente respecto a los satélites argentinos, y la zoncera de seguir tirando “lavarropas” al espacio -en relación parecida al tamaño con ese artefacto familiar-, frase de la que nunca se corrigió.
Es que se hace muy difícil de entender que el siglo XXI, las más importantes autoridades nacionales, trabajen en contra del desarrollo nacional, en materias como ésta; porque allá a fines del siglo XIX y comienzos del XX hasta dirigentes de poco entendimiento podían creer seriamente que con una mono producción, y encima de perecederos, el futuro era nuestro.
Y se los advirtió seriamente uno de la clase dominante, D. Carlos Pellegrini, quien de “populista y/o comunista o parecido no tenía nada: si Argentina opta por la mono producción agroexportadora, se resigna a una dependencia permanente…
Y como entonces, tampoco lo entendieron los grupos dominantes, envueltos en ensoñaciones de grandes riquezas…
Que siguen existiendo en Argentina, pero en manos ajenas, empujando a todos a un destino final, lamentable y desgraciado, al que reiteradas veces se nos empuja una vez más.
Esta vez esperemos pueda ser detenido ese esfuerzo en contra del interés de todos, por buenas o por malas, porque sin duda algunos como siempre, sigan encandilados horizontes ajenos, tal vez más bonitos; pero no nuestros.
Ahora, los argentinos suman firmemente su desarrollo tecnológico, reconocido internacionalmente en el mundo, muy a pesar de tanta traba absurda, repetida una y otra vez.
Porque no pensarnos entonces en una encrucijada distinta, como tal vez lo fue en 1890, en plena crisis, y mientras a unos pocos en plena crisis apostaba a los mismos, los argentinos se abrían al sufragio universal, la Reforma Universitaria, y cuanta realización más saliera de ella.