Quien manda equivocarnos?
Desde aquellos años, inmediatamente posteriores al golpe militar de 1955, con una gran guerra mundial terminada hacia muy pocos años, y muchos conflictos estallando con secuelas que a veces nos alcanzaban por todas partes, Arturo Frondizi, el más festejado, aunque no el más capaz, en una familia destacada, empecinado en remar en busca de un entendimiento general, repentinamente, rema contra la corriente, hasta que un grupo inexistente hasta el día anterior, señalado entonces como de orientación marxista-PRAXIS, hoy desconocido- o empujará fuera de una realidad que todos entendían.
Se acababa de salir, mal, con muertes absurdas imperdonables en lucha interna, logrando una unidad política electoral entre la UCRI con una intransigencia heredada de los fundadores de la misma, marginada y rebelde durante toda la Década Infame, y un Partido Justicialista prohibido en alarde ridículo de hacer política, negando existencias incluso de rivales que recordaba aquella frase de “los muertos, que vos matais, gozan de buena salud”, y vayan si la gozaban, logrando recuperar el poder político, compartido, es cierto, pero sumando incluso con la mejor expresión demócrata del momento, como FORJA y su grupo intelectual y popular que traía un tremendo mensaje, desde 1945 -Declaración de Avellaneda-, pidiendo como base de gobierno: “Reforma Agraria, inmediata y profunda”, entre otras expresiones democrática ignoradas por la dirigencia nacional, y constantemente negadas y atacadas por la expresión más reaccionaria nacional, que había justificado los días de asesinatos públicos de los ’55, aboliendo una Constitución Nacional (del ’49) que como toda expresión política era reformable, tal vez, aunque jamás derogable por decreto, agraviando la Voluntad del Pueblo expresada jurídicamente.
De repente, todos los logros alcanzados, fueron condenados al olvido, tanto los cantico políticos, como la Justicia Social y/o, los derechos sindicales y políticos en tanto las páginas del Código Penal de 1921, ejemplo de la Gestión Yrigoyen, duplicaba sus páginas con decretos y normas aleatorias reprimiendo un “comunismo atroz”, prácticamente desconocido en el país y nuestra Latinoamérica, delito tan enorme que no alcanzaba el diccionario para tipificarlo, y así hasta el “tumulto” servia para incriminar y castigar penalmente.
Así nos fue, anulando elecciones libres y democráticas incluidas entre muchas más barbaridades jurídicas y políticas llevadas a cabo, como las militarización de gremio en huelga…
Reinstalando si cabe el odio interno entre hermanos, tal vez equivocados, aunque para nada justificable entre argentinos.
Quien quiera informarse al respecto lea la historia de esos años, a partir de esas extravagancias no exentos de delito, el derrape nacional fue creciendo al amparo de una crisis económica sostenida en una violación a otra de nuestro sistema jurídico hasta la vergüenza de fines de los’70, que hundió la imagen argentina en el mundo hasta 1983 y la recuperación democrática.
Entonces hubo errores ofíciales como seguramente los hay hoy, los hubo ayer y los habrá mañana?
Si aceptamos lo anterior, una “verdad de Perogrullo” hasta en personajes, y lo que ocurrió, ocurrió, porque insistir en la huella equivocada?