“El Diablo, sabe por Diablo, pero más sabe por Viejo” (*)
Entre tanta efemérides que se recordaron en el año que termina, muy poca relevancia se le ha dado a una, que creemos haya sido de las principales: los Cien años de una utopía, seguramente irrealizable, como todas ellas, al decir del filósofo, comparándola con el horizonte que se aleja cada vez que avanzamos hacia el mismo, nos parece absurda y que sin embargo ayudan al hombre precisamente en ese andar inclaudicable por un destino mejor.
En octubre de 1917, cuando el mundo se desangraba en el final de la primera guerra mundial, se produjo la Revolución Comunista en Rusia, que comenzó con un Socialismo aceptado por sus pares de momento, incluido Estados Unidos; y que más pronto que tarde, concluyera en un cerrado comunismo de Estado.
Un cambio total, sin duda ninguna al andar del mundo hasta fines del siglo pasado, algunos profundos en la conformación de la política mundial, las ciencias, la tecnología, etc. y sorprende, creemos a todos los que de alguna manera apostamos a la política democrática como la mejor forma de Gobierno, sin arroparse con una u otra ideología tratar de hacernos los distraídos diluyéndola en la mediatización de nuestra vida cotidiana¸ de lo contrario creemos se vive una irrealidad peligrosa, más parecida a la Santa Alianza, sin ésta y sin victoria bélica, que pareciera no querer reconocer la Historia. Es más, el mundo fue dividido artificiosamente por su causa; y, fue invocada con beneficio de inventario, como motivo de guerras fratricidas, como ocurriera en nuestra Latinoamérica.
Negarla hoy, en este sorprendente siglo XXI, llegado luego precisamente de una más que peligrosa competencia entre ambos sistemas no se compadece con un mañana armónico en que la humanidad termine con reediciones en fracasos del siglo anterior y otros aún más atrás, que llevarían a convulsionarlo todo.
León Felipe, ese gran poeta español, que a fines de la guerra civil de ese país, que destruyo todo lo que se le puso por delante en sus pocos años de duración, creo la Republica en un país monárquico hasta sin quererlo, termina creando una dictadura con todos los males que pudo encontrar a mano, y hasta hoy no se encuentra quien rescate algo positivo, clamaba a los dioses a su final, con una pregunta desesperada: ¿Cuándo el hombre se vuelve loco? Cuando le salta el mecanismo del cerebro, si no es ahora…?, mencionando el sin número de incongruencias con las que se convive. Hablándonos desde ese presente sombrío y cruel que daba nacimiento a la segunda guerra mundial, que daría aún más razón a la pregunta desesperada del poeta español.
En aquellos tiempos, apenas se utilizó el motor a explosión y aun el equino era la principal, fuerza operativa para llevar la muerte de un lado para el otro.
Hoy, sin moverse del escritorio se derruye una ciudad con todos sus habitantes, sin que siquiera sepan quién los ataca, usando la tecnología antes de irse a almorzar.
Es cierto que el ser humano ha logrado superar sus barreras que lo atan al planeta y conocer otros incluso superando técnicas del pasado, lo mimo prolongando la vida humana, etc., pero ignorar la Historia, es solo obligar a repetirla; y, sobrados ejemplos tenemos de semejante error para insistir en ello.
(*) Martín Fierro