“Ay!, ay!, ay!”, ésta es la copla de mi Pueblo (*)
Escuchamos en estos días una extraña explicación sobre la situación de descalabro económico financiero producido, por una parte, y, el éxito produciéndose día con día por otros, a confirmarse obviamente con el tiempo; con un argumento aún más peligroso: que ambos tendrían razón.
O sea, para quienes valoraran los argumentos de economistas argentinos del prestigio de don Aldo Ferrer, fallecido recientemente, componentes del Plan Fénix para salir de la crisis cuasi terminal en que nos llevó la anterior del dos mil, en que quedamos cuasi al borde de la disolución nacional; Plan este en que participaran conocidos economistas nacionales, que toda solución la basan en “crecer con lo nuestro”, definición que compartimos y Ferrer sostuvo casi hasta el último aliento, sin ser atendido incluso por la gestión política anterior, que si bien compartiera mucho de su ideas, no se animó a profundizar: en cambio la política opuesta, que también llevaría sus razones, consiste en que no tenemos el desarrollo porque nuestro país aún sigue “fuera del mundo”, al que dicen lo llevara la política anterior que recupero la imagen y la economía nacional para muchos, reconocida, por órganos internacionales que nos felicitaban por ello, y con sus medidas anti cíclicas desendeudando al país, logrando un desarrollo interno desconocido, etc.; el mimo que hoy se adopta para incorpóranos una vez más a ese mundo, que esperamos no sea “invisible”, como nos dicen es el éxito alcanzado, por voz del propio Presidente de la Nación .
Así se afirma que Argentina no genera empleo genuino, y esa realidad lamentable que se advierte por el menos informado, y ocurre por fallas conocidas, que para nosotros no son más que una falta total de controles mínimos del mercado en todos lo que hace a su desarrollo productivo, atado a una amoral especulación financiera descontrolada,
Medidas más que elementales en cualquier país capitalista que se precie, y en los que se sanciona duramente su incumplimiento
Obviamente de ello surge una desocupación -y todas sus consecuencias-, que quien mira con estas razones no ve (seguramente por eso de lo “invisible”), aunque genere todos los inconvenientes dramáticos para la sociedad argentina que los sufre, y de la que nacen todo tipo de cuestiones que desbarrancan cualquier esfuerzo serio.
Así nuestro país debe importar todo lo que abarate su vida doméstica, y naturalmente todo lo demás, y exportar sin industrializar nada, porque la producción nacional es muy cara por culpa de las leyes laborales, sociales, etc.
O sea, más o menos volver a los tiempos del país agro exportador (remozado con la compra grosera de automóviles de “alta gama” y el consabido aturdimiento cibernético), que se entendiera concluido -a medías- en el ´45.
Realmente, no parece orquestada la cuestión…
(*) León Felipe