“Dale que va”, o nos tomamos en serio…
Nos confesamos repetitivos, pero también nos afirmamos en que por lo mucho que inciden en sociedades pequeñas como la nuestra, es hora que los dirigentes entiendan que la descomposición social llega a todos los confines, y tienen que tomarla en serio.
Ver, escuchar o leer lo que sucede al respecto en todas los medios de comunicación lo confirma, si alguien queda con dudas creemos debería requerir asistencia profesional.
En cualquier nivel que quiera atenderse al tema, la falta de seguridad en la información es normal, cuando no la mentira afirmada como cierta en boca de dirigentes de gran relevancia pública. Además de un vacío institucional que asombra, y tan pronto se afirma como manda la ley y así lo reconoce la civilidad desde hace siglos, que la inocencia se presume, como se hace lo contrario, y cualquier disparate dicho en público adquiere relevancia acusadora justificable, incluso en algunos casos hasta con ausencia de causa ninguna.
Seguramente en la escasa relevancia que nuestras actitudes puedan tener en el exterior, éstas, deben resultar histriónicas
Y no nos ocurre solo a los argentinos, que como todos sabemos somos algo fáciles de convencer, en tanto el dólar juegue con nuestras ilusiones.
No es novedad, la falta y/o ausencia lisa y llana de ideas que congreguen tras ellas voluntades ciudadanas en busca de un futuro mejor, aunque no siempre realizable, ya que tan pronto por ejemplo las propias consignas oficiales aparecen proponiendo un apotegma falso e imposible de realizarse, como “miseria cero”, poniéndolo como estandarte de la política a realizar, como rescatar las afirmaciones en negativo del «Cambalache» inmortal de Discepolo, precisamente escrito para la Década Infame, donde «da lo mismo ser derecho que, traidor, ignorante, sabio, chorro…», y cien figuras más que muestran una dura realidad como aquella, etc., etc.
O es otra la realidad que se nos propone?
Ah!, porque además como secuencia natural aparece lo mágico, místico, o como se quiera llamar este andar socio económico en que nos hallamos y se nos impone vivir, sin más decisión sobre nuestra economía que “la magia del mercado”.
Acaso se haya incorporado al libre consumo alaguna nueva sustancia adictiva, que lleve a confundir la presencia de un asesor hábil, en su birlibirloque engatusador, conocido desde siempre en los engaños de saltimbanquis callejeros, con una existencia real de la magia como entidad por encima del razonamiento humano, institucionalizando la brujería o el hechizo de un pasado bárbaro…
Está claro que atravesamos una severa crisis económica, propia de las nuevas normas en colisión con las que existían antes de su arribo, y acá respetamos todas las posturas; pero insistir en lo que para el propio sistema capitalista en el que vivimos, antes y ahora, y que pese a tanta zoncera dicha al respecto, nunca salimos del mismo, es otra cosa.
La especulación, los monopolios, etc., son severamente sancionadas en la capital del capital, valga la figura.
El impuesto a la renta extraordinaria, entre nosotros léase “retenciones”, fue inventado y aplicado primero en EE.UU., y lo peor, solo acá los que esperan inversiones , mantienen su dinero afuera, o escondidos en paraísos fiscales…