Cada 2 de abril, los argentinos y las argentinas hacemos un alto en nuestras tareas para recordar y homenajear a nuestros compatriotas que dieron la vida defendiendo valientemente la soberanía sobre las islas Malvinas. También a aquellos que combatieron y llevan sobre sus cuerpos y sus mentes las indelebles huellas del conflicto armado. La deuda que Argentina tiene con los caídos, los veteranos y sus familias será para siempre y debemos seguir honrándola a través de la memoria, además de poner la capacidad del Estado para reconocer en términos concretos sus necesidades y atenderlas.
Sin lugar a dudas, uno de los principales caminos para demostrar el reconocimiento a su lucha es seguir peleando por los ideales por los cuales combatieron y murieron: el mandato constitucional de recuperar, siempre a través del diálogo y la diplomacia, la arrebatada soberanía argentina sobre las Malvinas.
El 2 de abril debe ser un día de recuerdo y homenaje. Pero también de compromiso. Compromiso de no bajar nunca la bandera de soberanía por la que pelearon nuestros jóvenes, de no volver a derramar sangre por este justo reclamo y de perseverar en el camino del diálogo con el Reino Unido atendiendo, según establecen las Naciones Unidas, los intereses de los isleños.
Porque, como dice nuestra Constitución: «La Nación Argentina ratifica su imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marinos e insulares (…) La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino».
Por Juan Natalizio(*)
El 2 de abril de 1982, aquel día que llevó a la Argentina a un enfrentamiento bélico con Gran Bretaña, la OTAN y Estados Unidos por las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur, es un acto maldito –o un hecho olvidable- para el statu quo mundial. Luego de 149 años de ilegítima ocupación británica, la República Argentina recuperó (por 74 días) estos territorios y su rico mar adyacente al Atlántico Sur, hace 38 años.
Después de la Guerra de Malvinas, distintos gobiernos nacionales implementaron diversas políticas para promover el olvido de esa experiencia, de los muertos, de los sobrevivientes y de la causa por la que lucharon.
La “desmalvinización” implicó un proceso de desactivación de pasiones, sentimientos y pensamientos en torno a este hecho histórico, orientado por los sectores conservadores y de mentalidad colonial. Tal dispositivo -como señala Gustavo Cangiano- estuvo orientado a deshistorizar la guerra y desligar el conflicto armado de 1982. Así, el discurso “desmalvinizador”, pretendió y aún pretende clausurar ciertos sentidos históricos sobre esta cuestión.